En la Castilla del siglo XV se dio de manera natural la convivencia cotidiana entre gente de “las tres leyes”: cristianos, judíos y musulmanes. Un ámbito así es el que explica que Iça de Gebir, alfaquí mayor de la aljama de Segovia, fuera comisionado por un clérigo cristiano, Juan de Segovia, para viajar hasta tierras italianas en busca de un buen ejemplar del Corán para llevar a cabo su traducción al castellano. En el Breviario Çunní, Iça vierte a su idioma materno los principales mandamientos musulmanes porque éstos deben estar “en lengua que lo entiendan”. Los moriscos exiliados en Túnez a principios del siglo XVII también defenderán la redacción de sus textos islámicos en castellano, arguyendo que es el idioma en el que Alá los crió.
Una gran mayoría de los textos aljamiados son traducciones o adaptaciones de originales en árabe, y revelan el esfuerzo de una comunidad de creyentes por seguir perteneciendo de forma plena al islam. Obras pensadas en árabe, exigen al traducirlas al castellano adaptar la lengua de acogida evitando aquellos vocablos de resonancias teológicas cristianas. Por ello los moriscos hablan de almalakes en lugar de ‘ángeles’, o de halecar en lugar de ‘crear’, acompasando en sus textos la teología árabe y las formas castellanas.
En los últimos libros islámicos de moriscos anteriores y posteriores a la expulsión, escritos con letras castellanas en lugar de con escritura aljamiada, se advierte un menor cuidado en el léxico religioso, llegando incluso a emplear la palabra “Dios” en lugar de “Allah”. Como si se extinguieran al mismo tiempo las comunidades moriscas de los pueblos y esta variante islámica del español, y quedaran abiertas tanto las puertas de las casas como las compuertas del lenguaje.
Texto tomado de la exposición virtual “Memoria de los moriscos”, de la Biblioteca Nacional de España.
En estos días de confinamiento e introspección, os recomendamos echar un ojo a esta y otras exposiciones de la Biblioteca Nacional de España.